Apolo, dios de los arqueros, de la música, de la profecía y de la luz, era muy poderoso, pero no siempre afortunado en sus amores.
Su primer amor fue la ninfa Dafne, pero ella lo rechazó.
La violenta pasión de Apolo y la resistencia de Dafne se debía a que Eros (Cupido), irritado por las bromas de apolo, le disparó a él una flecha de oro para que se enamorase de ella, mientras que a Dafne, le dirigió una de plomo para que le rechazase.
Apolo persiguió a Dafne con todo tipo de súplicas amorosas, todas las cuales rechaza hasta llegar a orillas del río Peneo.
Aquí justo en el momento en que va a darle alcance, ella pide ayuda a su padre, el dios del río, el cual la transforma en un laurel.
Apolo se queda de una pieza.
Al contrario que su padre Zeus, Apolo aceptaba los rechazos, aunque a veces la venganza era terrible. Por ejemplo, cuando la Sibila Deifobe le rechazó -a pesar de ofrecerle tantos años de vida como granso de tierra pudiése recoger- se enojó tanto, que le dio mil años más de vida... ¡pero sin eterna juventud! Pasó el resto de sus días metida en un tarro, en Cumas, sin que se le consediera su único deseo: la muerte.
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