miércoles, 5 de agosto de 2009

Leyenda de guatavita

«Lo que sucedió.... a la mujer del cacique de Guatavita; el cual en tiempos muy atrasados, cuando todos los caciques gozaban libremente de su señorío, antes que el Bogotá tiránicamente los sujetase, era el más poderoso señor que había en este reino de los muiscas, conociéndole superioridad muchos caciques sus convecinos, no por modo de tiranías ni servidumbre, como después sucedió con el Bogotá, sino por un respeto y reverencia que le tenían, como a mayor señor y de mayor linaje, sangre y prendas: sucedió que en aquella edad, que entre las mujeres que tenía estaba una de tan buenas partes en sangre y hermosura, que así como en esto excedía, a las demás, también las excedía la estimación que hacía de ella el Guatavita, la cual no advirtiendo la cacica como debiera, hízole traición con un caballero de los de la corte, y no en tan secreto que no llegara a los oídos del marido, el cual puso tan buenas diligencias en haber a
las manos el adulterio, que presto le cayó en ellas y desde ellas en aquel cruel tormento de muerte que usaban en tales casos, como era empalarlos, habiéndole primero hecho cortar las partes de la punidad, con las cuales quiso castigar a la mujer, sin darle otro castigo que dárselas a comer guisadas en los comestrajes que ellos usaban en sus fiestas, que se hizo por ventura sólo para el propósito en público por serlo ya tanto el delito.... fueron creciendo los sentimientos de estas fiestas amargas para ella, que por huir de ellas, trató huir de esta vida con desesperación para entrar con mayores tormentos en la otra, y así un día en que halló la ocasión que deseaba, se salió del cercado y casa de su marido a deshoras con el mayor secreto que pudo, sin llevar consigo más que una muchacha, que llevaba cargada una hija, que había parido poco había de su marido el cacique, y caminando a la laguna, apenas hubo llegado,
cuando por no ser sentida de los jeques que estaban a la redonda en sus chozuelas arrojó a las niñas al agua, y ella tras ellas, donde se ahogaron y fueron a pique, sin poderlas remediar los mohanes que salieron de sus cabañas al golpe que oyeron en el agua, aunque conocieron,luego, por ser de día, quien era la que se había ahogado, y así viendo no tenía aquello remedio, partió uno de ellos a mayor correr a dar aviso al cacique del desgraciado suceso el cual partiendo al mismo paso para la laguna con ansias mortales, por no haberse persuadido que los sentimientos hubiesen traído a tal estado a su mujer que hiciese aquello y por la desgracia de su hija, luego que llegó y no las vido, por haberse ya sumido los cuerpos, que pretendía sacar si estuviesen sobre aguados, mando a uno, el mayor hechicero de los jeques que hiciese como sacase a su mujer e hija de aquel lago, el jeque trató luego con sus vanas ceremonias y supersticiones de poner por obra lo que se le ordenaba, para lo cual mandó luego encender lumbre a la lengua del agua y poner en las brasas unos guijarros pelados,
hasta que quedaran como las demás brasa, y estándolo ya, y él desnudo, echólos en el agua, y él tras ellos sambulléndose sin salir de ella por un buen espacio como lo hace un buen nadador o buso como él era, hasta que salió solo como entró, diciendo que había hallado a la cacica viva, (embuste que el demonio le puso en la imaginación) y que estaba en unas casas y cercado mejor que el que deseaba en Guatavita, y tenía el dragoncillo en las faldas; estando allí con tanto gusto, que aunque le había dicho de parte de su marido el que tendría en que saliera, y que ya no trataría más del caso pasado, no estaba de ese parecer, pues ya había hallado descanso de sus trabajos, a que no quería volver, pues el había sido causa de que lo dejasen ella y su hija, a la cual criaría allí donde estaba para que la tuviese compañía. No se quitó el cacique con el recado del jeque y así diciéndole que le sacara siquiera a su hija, la hizo buscar otra vez con los mismos guijarros hechos ascuas, y volviendo a salir, traía el cuerpo de la niña muerta y sacado los ojos, diciendo se los había sacado el dragoncillo, estando todavía en las faldas de la madre, para que no siendo la niña sin ojos ni alma de provecho para los hombres de esta vida, la volviesen a enviar a la otra con su madre, que la quedaba aguardando, a que accedió el cacique que entender lo ordenaba así el dragoncillo a quien él reverenciaba tanto; y así volvió a mandar echar el cuerpezuelo a la alguna, donde se hundió...

El demonio viendo lo bien que le había salido la traza, para asegurarlos más en aquellas vanas supersticiones, se apareció de cuando en cuando sobre las aguas de la laguna en figura, gesto y talla de la cacica desnuda de medio cuerpo para arriba y de allí para abajo ceñida de una manta de algodón colorada y diciendo algunas cosas que habían de suceder de las que pueden de las disposiciones y causas naturales que él también conoce, como que había de haber secas, hambres, enfermedades, muertes.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario