Este curioso personaje mítico de nuestros campesinos especialmente antioqueños nada tiene que ver con el demonio o diablo de la religión católica y por ello no se identifica con otras entidades demoníacas como el «Mandingas», el «Malo», el «enemigo malo» etc.
El Patas es un prodigioso personaje semejante apenas al Proteo griego, hijo éste de Neptuno y al que el Dios de los mares dio el poder de cambiarse de forma o apariencia «para librarse de quienes lo acosan pidiéndole predecir los demonios humanos», según cuenta Virgilio.
El Patas es una síntesis de todo, es el súmun de la belleza, de la sabiduría, de la fealdad, de la torpeza, de la ignorancia, etc. Virtud, vicio, grandeza, miseria, todo lo abarca y es «la medida de todas las cosas» como dijo algún polígrafo parodiando al filósofo en su concepto sobre el hombre.
Así decimos de una muchacha bonita que es «más linda que el Patas» o de una que es poco agraciada, que es «más fea que el Patas», de un hombre, que es «más inteligente que el Patas» o «más bruto que el Patas».
Puede afirmarse más típico en el folklore mundial que nuestro «Patas», ni de tan vasto alcance y tanta utilidad en el macizo léxico popular.
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