Catios de antioquia y choco aseguran que Dios sacó el mundo de su pensamiento «chirinchadeuba», admitiendo en esto una especie de emanantismo transeúnte.
Creó las cosas imperativamente.
Respeto del agua relatan una leyenda curiosa, la más vulgarizada entre ellos.
Aunque el mundo de Caragabí era muy hermoso, tenía sin embargo un defecto: le faltaba agua.
El mismo dios sentía mucha necesidad de este elemento.
Soñó tres veces que había agua en el mundo, pero ignoraba el punto fijo.
Tenía Caragabí una paloma que andaba afanosa en busca de agua para su dueño y al fin la consiguió, pero no en este mundo, sino en otro, cuyo soberano se llamaba Orré.
Caragabí soñó de nuevo que había agua en su mundo.
Hay que tener presente que los indios Catíos dan suma importancia a los sueños, como veremos más despacio al hablar del Jaibanismo.
Después de este segundo sueño, Caragabí ordenó a un domineju (pájaro mosca) que averiguara el lugar del agua. Algunos varían la narración diciendo que el mismo dios se vivió pájaro para sorprender más fácilmente al dueño del agua.
Es lo cierto que el domineju divisó dentro de la concavidad de una peña a Getzerá bañándose.
Aquella inmensa concavidad hermética cerrada con una puerta de piedra, estaba llena de agua cristalina y surcaban por sus ondas vistosísimos peces con que se alimentaba Gentzerá.
Caragabí soñó, o mejor dicho le mostraron en sueños que Gentzerá era una mujer mezquina y miserable que se negaría a prestarle agua.
Efectivamente, Caragabí presentóse a las puertas de la encantada peña pidiendo agua, pero Gentzerá no se dignó abrirle la puerta ni contestarle. Por tres veces repitió la súplica, y siempre le contestó con el silencio.
Indignado Caragabí, derribó la puerta misteriosa y arrojó de su palacio de agua a gentezerá, que salió llorando.
Caragabí, en castigo de su mezquindad la dividió en dos partes desde la cintura, pero ella no murió por eso, sino que se convirtió en hormiga negra y grande que se carga continuamente agua en la boca.
Otros, tal vez los más, ponen agua en la concavidad de un enorme árbol llamado Genené, sagrado para ellos.
Era necesario, pues, derribar aquel árbol o peñasco para abastecer de agua al mundo.
Construidas unas hachas de piedra, fue Caragabí con toda su gente (con todos sus peones dicen ellos) a derribar el Genené, pero les sobrevino la noche sin haber logrado su intento.
Volvieron al día siguiente y encontraron el árbol misterioso sin ninguna señal de las incisiones del día anterior.
Animados por el deseo del agua, comenzaron de nuevo el derribo.
Al llegar la noche, aún les faltaba mucho para acabar de cortar el Genené, pero Caragabí, frotando sus manos, produjo una luz clarísima que iluminó todo el derredor del árbol, por lo cual pudieron trabajar toda la noche.
Al tercer día, como a la media mañana, acabaron de cortar el árbol.
No por esto quedaron vencidas todas las dificultades.
Genené quedó enredado en unos bejucos que impidieron se derribara en tierra y fertilizara el mundo con sus aguas.
Caragabí se vio en otro conflicto.
Llamó a varios animalitos que entonces aún eran seres racionales, para que se encarnaran por las ramas de Genené, a fin se cortar bejucos que impedían la caída del árbol.
Todos ellos habían de subir con una fruta en la boca, y el que cayera antes que la fruta al suelo, sería el poderoso que había de tumbar definitivamente el gigantesco árbol.
El primero que subió fue un mico llamado Yerré, pero no pudo.
Sucedióle el mono llamado Zrúa, el que tampoco obtuvo resultado, subió una ardita, que llaman nuestros indígenas Chidima, que desenredo las ramas del Genené y como era tan minúsculo este animalito, cayo a una con la fruta que llevaba y con el árbol que contenía la tan codiciada agua.
Al brotar las aguas del Genené se inundo todo la tierra y arrastraron sus ondas todos los vivientes, menos a Caragabi y diez personas mas que se salvaron en una elevada peña a donde no alcanzaron las aguas .
Un año duro de inundación, al fin del cual Caragabi mando a una garza que averiguara si había quedado algún punto bueno para vivir.
La garza encontró mucho pescado y, cebada en aquel alimento, no volvió. Mandó de nuevo un gallinazo, el cual tampoco volvió por haberse quedado comiendo peces muertos.
Envió en tercer lugar a un patogujo (pato de monte) que se entretuvo comiendo un pescado que llaman guacuco, sin acordarse de cumplir el mandato de Caragabi.
Burlado el dios de muertos indios por aquellos desobedientes mensajeros, acudio a su poder omnipotente.
Escupió dos veces al suelo y cubrió su saliva con una totuma, y en seguida la saliva se convirtió en una blanquísima paloma y esta fue la fiel mensajera que trajo a Caragabi la noticia de lo que estaban haciendo los mensajeros que la precedieron, y la que dio con el lugar que podía ser habitado por los supervivientes del diluvio.
Al momento Caragabi y las otros diez personas abandonaron la peña y se fueron que les indicara la paloma.
De la inmensa concavidad de Genené procede el mar; de sus ramas, los ríos; de sus brotes, los riachuelos que corren por las quebradas; y de sus renuevos pequeños, los charcos.
El tronco de este árbol Genené existe todavía, pero en un lugar desconocido para ellos.
A sus cuatro lados hay otros, cuatros cirios encendidos de una piedra muy fina, llamada mompahuará, que arderán hasta el fin del mundo.
Cuando llegue el fin de los tiempos, de aquellos cirios de piedra se desbordara un río de fuego que arrasando el mundo acabara con todo y renovará la superficie de la tierra, la cual quedara muy hermosa y vendrá a habitarla Caragabi con todos los moradores del cielo.
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